Aquí yace un hombre que se supo rodear de mejores hombres que él.

El éxito no es hacer bien o muy bien las cosas y tener el reconocimiento de los demás. No es una opinión exterior, es un estado interior.

Es la armonía del alma y de sus emociones, que necesita de amor, la familia, la amistad, la autenticidad, la integridad.

La fortaleza y el equilibrio emocional están en la vida interior, y en evitar aquellos sentimientos que corroen el alma: la envidia, los celos, las soberbia, la lujuria, el egoísmo, la venganza, el rencor, la avaricia, la pobreza, que son veneno que se ingiere poco a poco.

Cuando den, o esperen recibir, “queda aroma en la mano que da rosas”. No permitan que sentimiento y opiniones negativas dominen su ánimo.

El daño emocional no viene de terceros, se fragua y se desarrolla dentro de nosotros.

Lo que más vale en la vida no cuesta y, lo que más cuesta, no vale, el amor, la amistad, la naturaleza y lo que sobre ella ha logrado el hombre de formas, colores, sonidos, olores, que percibimos con nuestros sentidos, pero sólo si los tenemos despiertos.

Vivan sin miedos y sin culpas; los miedos son los peores sentimientos del hombre, lo debilitan, inhiben su acción y lo deprimen. Las culpas son unos lastres enormes en nuestro pensar, en nuestro actuar en la vida.

Hacen difícil el presente y obstruyen el futuro. Para combatirlos seamos sensatos, aceptemos cómo somos, nuestras realidades, nuestros gozos y nuestras penas. La ocupación desplaza a la preocupación y los problemas, al enfrentarlos, desaparecen.

Así, los problemas deben hacernos más fuertes: de los fracasos aprender, y hacer de los éxitos estímulos callados.

 

Roger Patrón Lujan

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