Sabias Que…

Sabias que…


Los cometas han aterrorizado durante siglos a la humanidad. De vez en cuando, y sin razón aparente, surgía uno en los cielos. Su forma era distinta a la de los demás cuerpos celestes, su contorno no era nítido y exhibía una tenue cola que parecía manar de él. Las imaginaciones más extremas veían en esa cola el cabello desordenado de una mujer abatida por el dolor (la palabra “cometa” viene del griego kometes, “cabellera”) y, según se decía, presagiaban desastres.


Hay gente que no puede olvidar, se han dado casos de personas capaces de recordar casi cualquier dato o acontecimiento con sólo experimentarlo una vez. Son situaciones de memoria prodigiosa que suelen ser una tragedia para el que los padece. Olvidar es necesario para que nuestra mente evolucione.


En 1939, Adolfo Hitler fue propuesto para el Premio Nóbel de la Paz por un sueco.
La nominación afortunadamente se rechazó en febrero, justo unos meses antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial.


Bischoff fue uno de los anatomistas de mayor prestigio en Europa en los 1870’s. Una de sus investigaciones era pesar cerebros humanos, y tras años de acumular datos observó que el peso medio del cerebro de un hombre era 1350 gramos, mientras que el promedio en las mujeres era de 1250 gramos. Durante toda su vida utilizó este hecho para defender una supuesta superioridad mental de los hombres sobre las mujeres. Siendo un científico, a su muerte, donó su cerebro para la colección. ¡El correspondiente análisis realizado indicó que pesaba 1245 gramos!


Se cuenta que una entrevista en los 30’s, el entrevistador le dijo al astrónomo y físico inglés Eddington (1882-1944): “He escuchado que usted es una de las tres personas en el mundo que entienden la teoría de la Relatividad General”. Al oír esto, Eddington puso cara de asombro. Y cuando se le preguntó la razón respondió: “estoy tratando de pensar quien puede ser la tercera persona”.


Johan Karl Friedrich Gauss fue uno de los más grandes matemáticos de la historia. Su precocidad en relación a las matemáticas se pone de manifiesto en la siguiente anécdota:

Antes de cumplir 3 años se encontraba con su padre que estaba preparando la nómina de los obreros que de él dependían. El joven Karl que seguía con gran atención los cálculos de su padre le dijo al terminar: -padre has hecho mal la operación, el resultado debería ser…- El padre al repasar los cálculos comprobó con sorpresa que el niño tenía razón. La historia es más sorprendente si tenemos en cuenta que nadie le había enseñado a leer.


Se cuenta que en los 20’s cuando Einstein empezaba a ser conocido, era muy solicitado para dar conferencias. Dado que no le gustaba conducir contrató los servicios de un chofer. Después de varios días, Einstein le comentó al chofer lo aburrido que era repetir lo mismo una y otra vez. “Si quiere”, le dijo el chofer, “le puedo sustituir por una noche. He oído su conferencia tantas veces que la puedo decir palabra por palabra”. Einstein aceptó y antes de llegar al siguiente lugar, intercambiaron sus ropas y Einstein se puso al volante. El chofer expuso la conferencia que había oído tantas veces y al final, un profesor en la audiencia le hizo una pregunta. El chofer no tenía ni idea de cual podía ser la respuesta, sin embargo tuvo un golpe de inspiración y le contestó: “La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que mi chofer, que se encuentra al final de la sala se la responda”.


Herón II, rey de Siracusa, pidió un día a su pariente Arquímedes, que comprobara si una corona que había encargado a un orfebre local era realmente de oro puro. Arquímedes dio vueltas y vueltas al problema sin saber como atacarlo, hasta que un día, al meterse en la bañera para darse un baño, se le ocurrió la solución. Pensó que el agua que se desbordaba tenía que ser igual al volumen de su cuerpo que estaba sumergido. A consecuencia de la emoción que le produjo su descubrimiento, Arquímedes se salió de la bañera y fue corriendo desnudo con el rey gritando: ¡Eureka! ¡Eureka!

La palabra griega Eureka que significa “lo he encontrado”, ha quedado desde entonces como una expresión que indica la realización de un descubrimiento.


En transcurso de la revolución rusa el físico matemático Igor Yevgenyevich Tamm, Premio Nóbel en 1958, fue apresado por un grupo de anticomunistas que creyeron que era un agitador comunista. Cuando lo llevaron a su jefe éste le preguntó a que se dedicaba para ganarse la vida y Tamm le constató que era matemático. –Esta bien-, dijo el jefe mientras se colocaba las granadas y cartucheras alrededor del cuello, -determina correctamente el error que se produce cuando la aproximación mediante series de Taylor a una función se trunca a partir del término n-esimo, si lo haces te dejaré libre, si fallas te fusilaré-. Con pulso tembloroso Tamm calculó lo que le pedía escribiendo con sus dedos en el polvo. Al acabar, el cabecilla echó una rápida mirada al resultado y lo dejó ir.