Reflexiones

Reflexiones para este año.

La humildad es el origen de todo bien, así como el orgullo es el origen de todo mal.

Tener humildad no es indigno, por el contrario, es señal de fortaleza mental y espiritual. Es reconocer que no somos perfectos, que no somos infalibles. La humildad es el punto de partida del perfeccionamiento personal, pues sólo es perfectible quien no se considera perfecto, quine reconoce su fragilidad humana y sus yerros.
Pero la humildad, para que sea una virtud, debe ir siempre acompañada de una fuerte dosis de autoestima. De otra manera sólo será complejo de inferioridad y no representará un avance en el desarrollo de la persona, más bien será un grave defecto que le puede impedir alcanzar el éxito.

Los eventos externos en sí mismo, no son tus lecciones.
La sabiduría viene del reconocimiento de los SENTIMIENTOS apegados a esos eventos. El hecho de que las lecciones que traes a ti mismo, son a menudo desagradables o discordantes, es simplemente tu mentalidad que desde miles de años, te dice que como una persona culpable e indigna, tú no mereces nada mejor.
No existe nada que sea una creación irrelevante, o partes de la creación que no debieran ser, o que no encajan en tu realidad. Si algo existe, es tan valioso como cualquier otra cosa, o no habría existido.


Una sonrisa es algo que puede empezar a ofrecer ahora mismo “Una sonrisa no cuesta nada, pero da mucho. Enriquece a aquellos que la reciben, sin empobrecer a quienes la dan. Toma sólo un momento poro su recuerdo perdura, algunas veces, para siempre. Nadie es tan rico o poderoso que pueda vivir sin una sonrisa, y nadie es tan pobre que no pueda ofrecerla. Una sonrisa crea felicidad en el hogar, impulsa la buena voluntad en los negocios y es el signo de la amistad. Proporciona descanso a quien está agotado, alegría al desanimado, luz de sol al triste, y es el mejor antídoto de la naturaleza para los problemas. Pero a pesar de eso no se la puede comprar, solicitarse, alquilarse o robarse, puesto que es algo que no vale nada para nadie sino únicamente cuando se ha ofrecido. Algunas personas están demasiado cansadas para sonreír. Dales una tuya, ya que nadie necesita una sonrisa como aquéllos que ya no tienen una que ofrecer.


Le preguntaron en alguna ocasión a Mahatma Gandhi acerca de cuáles son los factores que destruyen al ser humano y respondió así:
La Política sin principios, el Placer sin compromiso, la Riqueza sin trabajo, la Sabiduría sin carácter, los Negocios sin moral, la Ciencia sin humanidad y la Oración sin caridad. La vida me ha enseñado que la gente es amable, si yo soy amable; que las personas están tristes, si estoy triste; que todos me quieren, si yo los quiero; que todos son malos, si yo los odio; que hay caras sonrientes, si les sonrío; que hay caras amargas, si estoy amargado; que el mundo está feliz, si yo soy feliz; que la gente es enojona, si yo soy enojón; que las personas son agradecidas, si yo soy agradecido. La vida es como un espejo: Si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa. La actitud que tome frente a la vida, es la misma que la vida tomará ante mí.
“El que quiera ser amado, que ame”.
La única razón porque eres feliz, es porque tú decides ser feliz.


La capacidad para reflexionar es el instrumento esencial del estudio, entendiendo estudio no como la simple memorización de datos sino como la absorción razonada de conocimientos.
La clave se encuentra en la palabra razonada, pues involucra meditación y análisis, por eso, pensamiento y estudio suelen ir juntos. Aún sin tener un libro en la mano, cuando pensamos, por lo general echamos mano de lo que hemos leído y de lo que hemos escuchado, para analizar y sintetizar y, muchas veces, generar pensamientos originales.
Cuando estudiemos, no nos conformemos con leer y entender lo que leamos. Tratemos de expresar con nuestras propias palabras los pensamientos del autor. Hacerlo nos obligará a razonar.

Todas las flores del desierto están cerca de la luz.

Todas las mujeres bellas son las que yo he visto, las que andan por la calle con abrigos largos y minifaldas, las que huelen a limpio y sonríen cuando las miran. Sin medidas perfectas, sin tacones de vértigo. Las mujeres más bellas esperan el autobús de mi barrio o se compran bolsos en tiendas de saldo. Se pintan los ojos como les gusta y los labios de carmín de chino.

Las flores del desierto son las mujeres que tienen sonrisas en los ojos, que te acarician las manos cuando estás triste, que pierden las llaves al fondo del abrigo, las que cenan pizza en grupos de amigos y lloran sólo con unos pocos, las que se lavan el pelo y lo secan al viento.

Las bellezas reales son las que toman cerveza y no miden cuántas patatas han comido, las que se sientan en bancos del parque con bolsas de pipas, las que acarician con ternura a los perros que se acercan a olerlas. Las preciosas damas de chándal de domingo. Las que huelen a mora y a caramelos de regaliz.

Las mujeres hermosas no salen en revistas, las ojean en el médico, y esperan al novio, ilusionadas, con vestidos de fresas. Y se ríen libres de los chistes de la tele, y se tragan el fútbol a cambio de un beso.

Las mujeres normales derrochan belleza, no glamour, desgastan las sonrisas mirando a los ojos, y cruzan las piernas y arquean la espalda. Salen en las fotos rodeadas de gente sin retoques, riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos con la felicidad embotellada de los grandes grupos.

Las mujeres normales son las auténticas bellezas, sin gomas ni lápices. Las flores del desierto son las que están a tu lado. Las que te aman y las que amamos. Sólo hay que saber mirar más allá del tipazo, de los ojazos, de las piernas torneadas, de los pechos de vértigo. Efímeros adornos, vestigios del tiempo, enemigos de la forma y enemigos del alma. Vértigo de divas y llanto de princesas.

La verdadera belleza está en las arrugas de la felicidad…

Si hemos escogido una actividad, aun cuando sea circunstancial y temporal, debemos realizarla con todo el amor y la calidad de que somos capaces porque, al fin de cuentas, seremos conocidos por nuestras obras. Cada tarea representa una oportunidad para probar nuestra valía. No podemos, no debemos, desaprovecharla porque si lo hacemos regresará como un fantasma a recriminarnos. Hacer bien o hacer mal una tarea no es cuestión de tiempo, pues si no tenemos tiempo para hacer algo bien desde la primera vez, ¿tendremos tiempo para repetirla? Importa más la calidad que la cantidad.
Séneca