Normita
La raza humana tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa.
Llegar a Oaxaca es asomarse a una ventana y ver, a través, la nitidez de un ambiente que fue pintado de todos colores. Dueño de fabulosas manifestaciones prehispánicas fue declarado Patrimonio de la Humanidad.
La cultura es reconocida en el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo, el Museo de las Culturas de Oaxaca y en el Museo Frisell, entre otros. La Plaza Principal es el centro de actividades cívico ceremoniales cuya majestuosidad es indescriptible en lo que respecta a arquitectura cuenta con importantes edificios para conocer y admirar: La Catedral, La Soledad, Santo Domingo, San Agustín, etc.
En el siglo XIX comenzó a construirse el Palacio de Gobierno, un edificio de estilo neoclásico que guarda en su interior pinturas de los más sobresalientes hechos prehispánicos, de la conquista y de la Independencia.
Todos vivimos con el objetivo de ser felices; nuestras vidas son todas diferentes, pero sin embargo son iguales.
Es una pequeña semilla de tamaño minúsculo de color negro, que es utilizada para acompañar la refrescante agua de limón. Al remojar los granos se forma una espuma y en seguida puede mezclarse con agua de limón y azúcar.
Hay evidencia que muestra que la semilla de chía comenzó a usarse en la alimentación humana unos 3 mil 500 años a.C. y se convirtió en un cultivo básico en el centro de México entre 1500 y 900 años antes de nuestra era.
En la época prehispánica, era usada como alimento mezclada con otros cultivos, molida en harina, incluida en medicinas y apreciada por su aceite utilizado como base para pinturas tanto faciales como corporales. Tan utilizadas eran que los aztecas recibían semilla de chía como tributo anual de los pueblos conquistados y la ofrecían a los dioses como parte de las ofrendas en las ceremonias religiosas.
La alegría es el sentimiento de sonreírnos por dentro.
El hallazgo de un cráneo excepcionalmente conservado ha permitido a los paleontólogos y físicos describir como era este gigante de los ratones del Plioceno-Pleistoceno que llegaba a pesar unos 1,000 kilos. Recibió el nombre de “Josephoartigasia menesi” y pertenece a la familia de “Dinomydae”, del grupo de roedores gigantes extintos, de los que no quedan más que dos especies mucho más pequeñas: la capibara, presente en casi todo el continente, de uso 60 kilogramos y la pacarana, con un máximo de 15 kilogramos.
El orden de los roedores es el grupo más abundante de los mamíferos vivos con casi el 40% de las especies conocidas. Sin embargo, a excepción de los dos mencionados, su peso no suele superar el kilogramo y su tamaño se mide en centímetros.
Hay muy pocos monstruos que garanticen el miedo que les tenemos.
La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal cual soy, entonces puedo cambiar.
Perdonar es tener el valor de derribar los muros que creemos que están ahí para protegernos.